No la quiero mía,
la quiero suya.
Entera y Diosa.
Con su esencia,
su voz tan dulce y
la armonía de su risa.
La quiero porque cuando me mira con sus ojos,
no ve al horrible monstruo que todos ven.
Porque en sus ojos
soy un caballero,
y ella en los míos
el cosmos entero.
La quiero suya,
y me quiero suyo,
y no quiero nada más.